Mientras que en otros términos de las Cuencas se manifiesta un firme interés por recuperar el patrimonio industrial (Mieres, como ejemplo más cercano, con el plan de rehabilitación del poblado de Bustiello), en Lena han caído en las mayores profundidades del abandono viejos focos productivos que dieron sustento a muchas familias durante buena parte del siglo pasado. Los restos más visibles en ese degradado capítulo son la fábrica de sillas de Sotiello y la harinera de La Vega’l Ciigu. Pero no son los únicos. Muy al contrario, a ellos se une una larga lista de naves y edificios que ya sólo se conservan en la memoria de los más veteranos, entre los que podría citarse el lavadero de carbón de El Chaposo, poco antes de tomar la desviación de la carretera a Tiós, que en el año 1980 fue sepultado por una escombrera sobre lo que se asienta un tramo de la Autopista del Huerna (AP-66); una minicentral hidroeléctrica en Teyeo, hoy completamente tapada por la vegetación; o, y aunque resulte extraño, una fábrica de sopas en Campomanes, de la que ya no se conserva nada, al igual que de otros cuantos “chamizos”, sierras, talleres ferroviarios y “teyeras”.
La pérdida más flagrante quizás sea la de la mencionada fábrica de sillas de “Arellano y Escosura”, en Sotiello, de titularidad municipal. La hija de su último propietario particular, Aída de la Escosura, hizo un llamamiento para salvar ese bien (publicó varias cartas en LA VOZ DE LENA), pero su reclamación no encontró eco y ahora es un vertedero de basuras y escombros de reformas domiciliarias, como han denunciado con insistencia vecinos de esa localidad lenense del Valle del Güerna.
La clásica nave, con una estructura de madera que recuerda las construcciones típicas de la era industrial, se usó durante un tiempo como almacén para guardar diversos elementos procedentes de instalaciones públicas (tales como los pupitres que se sacaron de algunas escuelas rurales reconvertidas en centros sociales, el quiosco de información turística que había en la Plaza Alfonso X el Sabio o las antiguas butacas del Teatro “Vital Aza”) y también como parada militar de los caballos sementales del Ejército, pero hace ya casi dos décadas que no cumple función alguna, lo que ha agudizado la degradación de un equipamiento que ha sido desvalijado y que muestra sus puertas y ventanas destrozadas.
En los noventa se planteó darle una segunda utilidad, con una iniciativa de dos emprendedores que solicitaron cooperación económica al “Programa de Desarrollo Rural” (“Proder II”) para abrir un taller de carrocerías para vehículos especiales (ambulancias, funerarias, coches de Policía o camiones de bomberos). O, también, como centro de recepción de visitantes del parque natural de Las Ubiñas. Ninguno de aquellos proyectos prosperó.
Por su parte, la harinera “María del Carmen”, en La Vega’l Ciigu, fue puesta a la venta en 2019 por una agencia inmobiliaria, sin que encontrase comprador. Al igual que en Sotiello, personas del lugar propusieron su restauración para reconvertirla en un museo sobre las artes tradicionales que se empleaban en la elaboración del pan. Tampoco obtuvo apoyo económico de la Administración, aun cuando en aquella boyante etapa se impulsaron muchas propuestas similares en la región, al paraguas de ayudas europeas y de los fondos para la reindustrialización.
La geógrafa Cristina Fernández Bustamante, de Tiós, en su libro “La actividad minera e industrial en Lena. Siglos XIX y XX” escribe que sus dueños traían el grano de Castilla y aprovechaban la corriente del río para molerlo. Ese cauce fluvial sería el que terminaría por derribar parte de su estructura, ocasionando un gran argayo en 2004.
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