El fracaso del plan urbanístico que preveía medio millar de viviendas en La Llera, una amplia extensión de terreno situada al norte de La Pola, entre el río Lena y la Autovía A-66, supuso un antes y un después para la capital del municipio lenense. De hecho, cuando han transcurrido 15 años de la presentación de aquel ambicioso, y fallido, proyecto tan sólo se ha levantado una nueva promoción de pisos, entre la Avenida Miguel de Cervantes y la calle Les Nozales. El resto de constructores locales abandonaron su actividad o la enfocaron hacia obras de albañilería y en contadas ocasiones hacia la edificación de casas unifamiliares.
El anuncio, en 2008, de que el presidente de la “Federación Asturiana de Empresarios” (“FADE”), Severino García Vigón, se había hecho con la propiedad mayoritaria de ese suelo e iba a empezar a construir en un espacio que ofrece unas excelentes condiciones para la expansión del núcleo urbano frenó otras actuaciones que entonces se contemplaban en solares con menor atractivo residencial. La crisis del ladrillo acabó por clavarle la puntilla a unos y a otros. Hasta hoy.
Vigón había fechado el inicio de los trabajos para la urbanización de La Llera en septiembre de 2008, tras diversos contratiempos que impidieron que la actuación saliese adelante mucho antes (de haber sido así actualmente ese área estaría urbanizada). Entre ellos, el requisito administrativo de establecer un paso para canalizar un vial hacia el polígono industrial de Villayana, una conexión que sigue pendiente.
Al poco el ex presidente de los empresarios reconocía que no era el momento más propicio para inversiones en el sector inmobiliario. Quedaba en barbecho un “Plan Parcial de La Llera” (así se denominó), diseñado por la Oficina Municipal de Urbanismo, para una superficie de 82.069,87 metros cuadrados, de los que 61.552 se destinarían a edificación, mientras que el resto se dejaría para canchas deportivas, equipamientos sociales (se proyectaba trasladar el Juzgado a ese lugar), zonas verdes y calles. La comunicación se establecería a través del malogrado puente de La Barraca, que desembocaría en una glorieta de distribución del tráfico. La dirección de la “Confederación Hidrográfica del Norte” (“CHN”) comprometía la instalación de un colector de aguas residuales. Hasta el momento no ha hecho falta.
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