Con el buen tiempo se llenan las terrazas de los bares y en cuanto los clientes se levantan las palomas vuelan rápidamente hacia la mesa en busca de los restos de los pinchos de cortesía, frutos secos, patatitas fritas o cualquier otro aperitivo que se hubiese servido con la consumición. Con su aleteo se llevan por delante vasos, pocillos y platos, que en muchos casos terminan en el suelo hechos añicos, lo que se traduce en la consiguiente pérdida, tanto económica como por el trabajo que supone tener que limpiar los cristales del pavimento a la mayor brevedad posible para evitar cortes, tarea que entorpece su labor en horas de máxima afluencia.
Hosteleros de la zona centro de La Pola han vuelto a insistir en una reclamación (en veranos anteriores también exigieon una solución a esa problemática) por la que urgen medidas que contribuyan al control de la población de esa clase de aves. Aseguran que los destrozos se saldan de entre “ocho y una docena” de piezas de vajilla al día, “que son pérdidas muy importantes en cada temporada”.
Señalan, además, que las palomas, que anidan en tejados de viviendas cercanas que están deshabitadas, ya se han avezado a obtener alimentación en esos lugares, por lo que hacen un llamamiento a los clientes para que no les echen comida y eviten dejarla sobre la mesa, como punto de partida para combatir lo que definen como “una plaga”.
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